China lleva más de 20 años viendo incrementar las inversiones extranjeras, siendo el segundo país receptor después de Estados Unidos.
Las cifras comerciales de España y de inversión productiva bilateral siempre han sido menores que las de China debido al menor tamaño y perfil tecnológico de las empresas, su escasa experiencia en internacionalización, y su preferencia por dirigirse a mercados geográfica y culturalmente más próximos.
Esto, sumado a las restricciones del gobierno chino a la inversión en algunos de los sectores en los que sobresalen las empresas españolas (como banca, telecomunicaciones e infraestructuras) y el menor conocimiento sobre China en España, han hecho que el camino de la inversión española en China no haya sido, ni sea, de color de rosa.
Las empresas españolas siguen enfrentándose a las diferencias culturales y regulatorias del país; a las barreras de acceso al mercado; a la dificultad de proteger la propiedad intelectual, los datos y la ciberseguridad, que sigue siendo una preocupación al operar en China; al control y la censura gubernamental; o a los acontecimientos políticos y geopolíticos recientes que afectan a las relaciones comerciales. Por todo ello, y pese a que España siempre ha gozado de una participación activa en China, las inversiones españolas han experimentado una importante caída desde 2021.
Pero no solo se han reducido las inversiones españolas. El primer trimestre de 2024 se ha registrado como el primer déficit trimestral en la historia en Inversión Extranjera Directa (IED) en China.
Esta caída de las inversiones no es casualidad. Después de la crisis de desabastecimiento de materias primas, el encarecimiento de precios y la paralización del comercio y distribución exterior que provocó la pandemia de Covid-19, muchos países de la UE, como Alemania, Dinamarca, Francia, Italia, República Checa y Suecia, optaron por promover políticas más proteccionistas y potenciar la inversión nacional.
Estas políticas se suman a las desavenencias con Pekín, que se han hecho un hueco significativo en la agenda pública, en ocasiones formando parte del debate partidista y llevando a cabo una movilización de sectores de la sociedad críticos con China.
Esto ha dado lugar a crisis diplomáticas con el país asiático y a una erosión muy significativa de su imagen en estos países. Este nuevo panorama político y comercial ha creado “nuevas” relaciones hispano-chinas.
¿Qué oportunidades de colaboración y crecimiento existen en materia comercial entre ambos países?
Pese al “nuevo” orden comercial, en España las relaciones con China se han beneficiado del consenso entre el PSOE y el PP sobre la conveniencia de mantener un clima de cordialidad con sus contrapartes chinas y de la mayor influencia de los sectores empresariales en la política de España hacia China en comparación con sectores más críticos de la sociedad civil.
El mantenimiento de las buenas relaciones diplomáticas con China, cuyos esfuerzos se plasman en los acuerdos bilaterales suscritos en los últimos años, ha generado que España y sus empresas obtengan una ventaja competitiva con respecto a otros países de la UE, situándose en primera fila del nuevo panorama comercial.
Desde la pandemia, China se ha propuesto gestionar su economía, en un mundo tecnológico y de innovación crecientemente multipolar. Su objetivo principal es internalizar en el país aquellas partes de las cadenas de valor -industriales, innovadoras- de mayor interés y aprovechar el tamaño de su mercado para desarrollar productos de mayor valor añadido que los que habitualmente asociamos al made in China. Al mismo tiempo, España (y la Unión Europea) buscan un modelo que mantenga un alto grado de soberanía tecnológica y autonomía estratégica.
Las nuevas energías
Ante estas políticas proteccionistas, la industria de las nuevas energías puede ser el paradigma de la necesaria colaboración entre España (y la UE) y China y sus oportunidades y desafíos. Especialmente, porque China es actualmente el mayor contribuyente a la emisión de gases de efecto invernadero. De ahí que exista la oportunidad de contribuir a que la industria de China reduzca el calentamiento global.
Por tanto, el sector de las energías renovables, la sostenibilidad y el cambio climático se convierten en ámbitos de cooperación «inteligente y equilibrada», un campo donde además España tiene un destacado liderazgo en algunos ámbitos económicos, industriales y tecnológicos de interés para China y donde puede intentar aportar novedosas ideas.
Pero, ¿qué lecciones se pueden extraer de experiencias pasadas en este tipo de relaciones comerciales? Las empresas de tecnología extranjeras que deseen ingresar o expandirse en el mercado chino deben realizar investigaciones de mercado exhaustivas, establecer asociaciones locales sólidas y navegar el panorama regulatorio de manera efectiva.
Pero sin duda, será clave adaptarse a los matices culturales y mantenerse una respuesta ágil ante las condiciones cambiantes que ayuden a superar los desafíos y capitalizar las oportunidades en el dinámico sector tecnológico de China.
Un artículo de Mónica Sánchez Moro, asociada de ALEDRA Legal.
Publicado en Confilegal